viernes, 3 de mayo de 2013

Maratón de Madrid 2013






    Hacer una maratón es algo más que hacer una proposición hoy y presentarnos en la línea de salida. Nada más lejos. Tres o cuatro meses antes te pones esta idea en la cabeza y constantemente le das vuelta. Hay que salir a trotar ya sean las diez de la noche o haga un frío polar. Madrid aún más se merece una buena preparación. Sus desniveles le dan un carácter distinto de las clásicas maratones llanas como Valencia o Sevilla. Se sale y se termina subiendo. Este año además con unas temperaturas gélidas y rachas de viento que invitan a quedarte en casa. Pero una vez más sale el espíritu aventurero y tenaz de nuestro interior que te invita a correr, a acabarla de la forma más digna posible. Sin detenernos ni para coger el agua de los avituallamientos vamos avanzando serios pero sonriendo al que nos aplaude. Es un examen exigente y sabemos que las piernas irán perdiendo fuerza con el paso de los kilómetros.
    La salida se convierte en un momento lleno de emoción y en el que las lágrimas brotan de nuestros ojos al ver a todos los participantes con el brazo levantado y dibujando con sus dedos la "b" de Boston. A nuestra derecha se incorporan los ultramaratonianos (Alberto, Fausto, Kico y tres más). ¡Han venido corriendo hasta Madrid desde Alicante!.  Sus caras cuarteadas y quemadas por el sol reflejan las horas empleadas y el esfuerzo acumulado. No sé de qué materia está hecha esta gente pero nos resulta increíble su hazaña.
   Las calles de Madrid no están abarrotadas como esperábamos. El mal tiempo es una causa más que justificada para que el público se haya quedado en casa. Conforme avanzamos vemos a algunos voluntarios con patines y sus dos manos ocupadas con sprays analgésicos y con una cajita repleta de vaselina. Buena idea. La prueba es larga y más de uno les pedirá auxilio. La rodilla empezaba a molestarme y yo misma les solicité ayuda. Ya sea psicológico o real pero sentí alivio.
     Al comienzo de una bajada se nos hace inolvidable la imagen de toda la ancha calle con el multicolor de las camisetas sin que se aprecie un milímetro de asfalto. Marcamos un ritmo medio de trote por debajo de los 6 minutos el kilómetro. Estamos pletóricos pero somos cautos porque los excesos pasan factura. La maratón es como la vida, es una carrera de fondo donde debemos prepararnos concienzudamente y con un conocimiento exhaustivo de nosotros mismos, de nuestras posibilidades. Corremos y vivimos con paciencia y paso a paso disfrutando de todo lo que nos rodea sin dejar de mirar a nuestro corazón.
     El Santiago Bernabeu y el Calderón los dejamos atrás. En el punto kilómetro 17 me planteo seguir  con  Ramón o acabar la media maratón. Apenas un segundo tardé en decidirme y seguí por el camino más largo  al lado de mi pareja. Avanzamos por las calles principales de Madrid y nos deleitamos de la belleza de las mismas hasta alcanzar la Casa de Campo, verdadero pulmón de la ciudad. 
      En Sol se encuentran unos amigos venidos desde Alicante y con sus ánimos cogemos impulso para llegar a Atocha y comenzar los últimos 6 o 7 kilómetros en verdadero ascenso hasta la meta situada en el Parque del Retiro. Aquí sufrimos ese muro que nos conduce a correr por encima de los 7 minutos el kilómetro pero el final está cerca. Acabamos felices parando nuestro cronómetro en 4 horas y 24 minutos. La vida nos ha regalado unos momentos donde el esfuerzo se funde en una dicha inmensa. Para terminar  deciros que correr una maratón es una tarea dura que debemos proponernos y finalizar al menos una en la vida.